jueves

LA CÁLIDA BRISA DEL SUR (Capítulo 4)

 

4 La encrucijada.-

-¿Qué haces por aquí Alex, no tenías una barbacoa en casa? Me preguntó Eva, con una voz que sonaba cansada después de un largo día trabajando.

-¡Buf! Sí, pero se nos ha ido un poco de las manos, nos hemos juntado mucha gente y algo me ha sentado mal, dije pasándome la mano por el estómago aunque más bien tenía que habérmela pasado por el culo. Así que he salido a caminar y sin darme cuenta he llegado hasta el Havana.

-Pues ya era hora que vinieras por aquí, desde que me vine no te has pasado ni a saludar majo. ¿Qué pasa que las gemelas te cuidan bien?

-Je je. No pude decir otra cosa, algún día lo recordaré y quizá me de la risa de verdad pensé.

-¿Quieres tomar algo? Me preguntó señalando un taburete junto a la barra.

-No te quiero molestar que veo que estás terminando.

-Venga tómate algo me quedan diez minutos, cierro le dejo las llaves a Paco y para casa. Dijo señalando con la mirada a un hombre de unos sesenta años corpulento y con frondoso bigote sentado al final de la terraza en una silla desde la que me observaba en silencio mientras le daba largas caladas a un cigarrillo.

-Ahhh hola…, Paco, perdón no sabía que tenías compañía.

-A una chavala no se le dice que no a una invitación, dijo a modo de saludo con una voz profunda y ronca, sentenciado con otra larga calada a su cigarrillo sin apartar la mirada.

-Sí, sí, claro, una botella de agua por favor Eva.

-¿Agua? Preguntó sorprendida Eva, pues sí que te ha sentado mal lo que sea, dijo moviendo la cabeza de un lado a otro con un tono de guasa claramente perceptible.

-Sí, es que he cenado fuerte. Contesté poco convencido de que colase.

-Bueno pues esto ya está, Paco cuidame a Alex, me voy a cambiar de ropa, estoy en cinco minutos, dijo Eva en alto para que le escuchase Paco quitándose un delantal negro que le llegaba a los tobillos.

-A cambiar..., dijo Paco, vale Eva tu tranquila…, ven aquí chaval siéntate a mi lado dijo enfatizando su orden con una par de fuertes palmadas a una silla junto a él.

-Voy dije dando un salto del taburete.

-Que chavala más maja Eva, dijo Paco mirándome fijamente y encendiendo un cigarrillo con lo poco que el quedaba de otro.

-Sí, sí, majísima dije dando un trago a mi botella de agua, ligeramente acongojado por el tono de voz y la presencia corpulenta de Paco. ¿Y usted es cliente habitual? Pregunté apartando la mirada.

-No... Yo cuido de ésto. Contestó secamente. Y continuó tras unos segundos eternos de silencio incomodo. Soy guardia civil jubilado, y con la pensión que me ha quedado no me llega, así que como tampoco puedo dormir bien después de cuarenta años trabajando a turnos, me vengo a cuidar de los amigos de los ajeno este negocio, y algo me saco, por lo menos para los vicios, dijo levantando el cigarro al que dio una larga calada otra vez.

-Que maja Eva. Repitió nuevamente, otro silencio, si yo tuviese treinta años menos, y treinta kilos menos también, dijo golpeándose con las palmas de sus enormes manos una prominente barriga, todos los días vendría a buscarla con un ramo de flores y unos bombones, por que a las mujeres hay que cortejarlas, hay que ser un galán para que se enamoren de uno, y no todos valen. Dijo mientras me señalaba con los dedos entre los que sujetaba su cigarro, volviendo a sentenciar sus palabras con una larga calada sosteniéndome la mirada.

-Sí, sí, estoy totalmente de acuerdo con usted. Dije volviendo a beber de la botella de agua, mirando alrededor del chiringuito. Anda mirá la bici de Eva, voy a echarle un ojo que estaba pensando en comprarme una, dije levantándome raudo con la primera excusa que se me ocurrió para así escaquearme.

Eva en el baño se mojaba el pelo con un acondicionador que ondulaba el pelo, no sabía porqué, pero echaba de menos a Alex, su presencia en la terraza del apartamento había sido una constante los últimos meses, se pasaba horas allí, y ella notaba que le observaba, era un desastre de chico. Bebía mucho y no se cuidaba, era como un niño pequeño al que tenía obligar a que comiera algo, siempre desaliñado y con el ánimo por los suelos. Cuando venía a la cafetería se sentaba mirando al infinito, con la mirada perdida, ausente, pero ella se había acostumbrado a su presencia melancólica y distraída. Se puso el vestido que había llevado a posta, nunca se cambiaba, iba y venía de casa con el pantalón y el polo del trabajo en la bici, pero ese día sabiendo por su hermano Domingo que se reunían en la casa de Alex pensó en pasar a saludar una vez terminase su jornada.

Aunque realmente sabía que no hubiese ido, que se hubiese marchado a casa, se alegraba de haberse llevado el vestido, se perfumó y se pintó sutilmente los labios. “Que estoy haciendo pensaba” si luego es un donjuán, con ese aire melancólico, que le hace aun mas atractivo, podría tener a la chica que quisiera, y yo no tengo tiempo para relaciones que me compliquen la existencia, ya tenía que haber escarmentado, dedicarme a trabajar y seguir ahorrando por si todo se complica al final y tengo que salir huyendo con mi niña. Tendría que dejarme de tonterías, pero no sé que tiene que me atrae, y soy joven, no tengo derecho al menos a coquetear, a sentirme guapa a que me miren con deseo, mi vida tiene que ser de recogimiento, tengo que sentirme vieja y ver como los años se me escapan entre los dedos de las manos como si fueran arena de la playa, por que una vez me equivoqué..., además, de ese error nació lo más bonito que tengo en esta vida.

Alex jugaba distraído con el timbre de la bici de Eva, fuera del chiringuito corría una brisa fresca reconfortante, y así evitaba la mirada de Paco y sus veladas advertencias sobre como tenía que comportarme con Eva, si ni siquiera sabía porqué había llegado allí, yo solo salí a caminar y necesitaba estar tranquilo, sin más.

Paco, en el interior de chiringuito sintonizaba un radio transistor con antena telescópica, sonaba la canción de “A puro dolor” cantado por “Son By Four”

Cariño mio

Sin ti yo me siento vacío

Las tardes son un laberinto

Y las noches me saben a puro dolor.

Eva se despedía de Paco y salía a mi encuentro, lucía un vestido veraniego por encima de la rodilla vaporoso, con la ligera brisa, se le ajustó al cuerpo resaltando su figura, el tiempo se paró, y me moría de envidia por no ser esa tela que tenía la suerte de rozar su piel.

-¡¡¡Auch!!! Me pellizque la mano con el freno de la bici.

-¿Estás bien? Preguntó Eva acercándose y cogiendo mi mano que por el pellizco tenía un punto de sangre.

Y al estar tan cerca de mi, su aroma embriagador inundó mi ser, el contacto de su mano hizo que la piel se me erizase por toda la espalda, noté el calor de su cuerpo y me temblaron las piernas, creí desmayarme. Como quien recibe una chispa de corriente le retiré mi mano, quizá más bruscamente de lo hubiese querido.

-No, sí, no te preocupes, estoy bien, es que estoy muy torpe. Te acompaño a casa, ¿por donde vamos? Le pregunté interponiendo la bici entre los dos, para evitar caminar a su lado. Temía que al pasear junto a ella no pudiera soportar las ganas de sujetarla por la cintura atraerla hacía mi cuerpo y fundirme con ella. Tenía que luchar contra el ferviente deseo de besarla y agarraba el manillar de la bici con tanta fuerza que me dolían los brazos. Comencé a notar un fuerte dolor en el pecho y un ligero mareo, me dí cuenta de que no estaba respirando.

-¡Buffff! Respiré hondo. Pero mirando al lado contrario de donde se encontraba Eva. Sabía que tenía que evitar a toda costa la fragancia de su piel, estaba seguro que no era el perfume o a lo mejor era el perfume mezclado con su piel, pero el olor que emanaba era una esencia tan embriagadora que temía no controlarme, ¿Pero que diablos me está pasando? Me preguntaba casi al borde de entrar en pánico.

-¿De verdad que estás bien Alex? Preguntó Eva con un ligero tono de preocupación.

-La verdad es que no... No estoy bien. Es más... para serte sincero me encuentro fatal. Te lo tengo que contar. Pero te pido por favor que no te enfades.

-Me estas asustando Alex ¿Que ocurre?

Caminando por la ronda litoral habíamos subido una empinada cuesta que nos dejaba a la altura de la carretera que salía de Estepona, sobre la playa del Cristo, estábamos parados en el mirador, dejé apoyada la bici en el pasa manos metálico al que me sujeté con fuerza. La vista era espectacular, la luna arrancaba destellos de plata sobre sobre el mar, toda la línea de la costa se dibujaba con las farolas y luces de edificios y viviendas discurriendo serpenteante, diseñada por el caprichoso vaivén de las olas a lo largo de miles de años. Eva frente a mi me miraba expectante, yo no podía sostener la vista de unos ojos que cegaban los míos con la fuerza que lo hace la luz del sol.

-Pues que estoy fatal… que tu hermano ha llevado a la barbacoa un bizcocho y le ha echado algo que no me ha sentado nada bien. Pero no te enfades con él, de verdad, es un buen chaval, para mi es un buen amigo.

-Ya, el bizcocho de la risa. ¡Ese chico es tonto! Un día se va a meter en un jaleo y parece mentira que le defiendas, si cada vez que os juntáis acaba preparando algún follón. Dijo en tono de reproche.

-No, no, de verdad es un buen amigo, y tiene muy buen corazón, y sin darme cuenta sujeté la mano de Eva, y todo el calor del universo me incendió por dentro derritiendo mi alma, y volví a soltar la mano asustado de no poder controlarme. ¿Seguimos? Le pregunté cogiéndome nuevamente al manillar de la bici, y eludiendo con ella, caminar a su lado utilizándola como barrera de seguridad que mantuviera una distancia prudencial que evitase ni tan solo rozarla.

Continuamos paseando diez minutos más sin cruzar una palabra, caminábamos lentos pero mi corazón latía a mil pulsaciones, llegué a temer que Eva pudiera escucharlo, era una locomotora a máxima velocidad.

- Vivó aquí, dijo Eva parándose frente a una casa baja encalada en Blanco en el barrio que era conocido como el de los pescadores. Varias plantas sembradas con jazmines adornaban la pared. Muchas gracias por acompañarme Alex.

-Para nada ha sido un placer, además necesitaba caminar para despejarme, es más, yo voy a seguir un rato le dije mientras me alejaba.

-Alex.

-¿Sí?

-La bici, dijo señalándola, es mía y la necesitaré mañana.

- ¡Uy! Estoy tonto. Perdona dije apoyándola en la fachada de la casa. Bueno pues tenemos que repetir el paseo, me ha resultado muy agradable, dije mientras me frotaba las manos nervioso.

-Claro que sí, y se acerco a mi. Muchas gracias por ser tan comprensivo con mi hermano, dijo a la vez que me abrazaba pasando sus brazos alrededor de mi cuello. Creí morir, o deseé que el mundo terminase en ese instante, noté cada parte de su cuerpo rozando el mío y cada milímetro de mi piel estallaba de gozo. Se apartó de mi lado y arrastraba mi alma con ella. Se quedó frente a mi, mirándome.

-Alex...

-Sí. Pregunté aturdido.

-¿Me sueltas? Dijo señalando mis manos que estaban apoyadas en su cintura.

-¡Ay! Sí perdona, dije separándolas de su cintura, para lo que tuve que usar toda la fuerza de mi ser.

-¡Bueno Chao! Me dijo tirándome un beso con la mano y abriendo la puerta de su casa.

-¡Chao! La contesté haciendo que cogía el beso del aire de la manera más absurda y ridícula que podría haber hecho y poniéndomelo en la mejilla. ¿Eva?

-¿Sí? Me preguntó bajo el marco de su puerta.

-No, nada que no sé si te he dicho que hoy estas muy guapa.

-Ah…,vale..., gracias, dijo sonriendo, tu también Alex.

No se puede ser más gilipollas, me di dos ligeros bofetones en la cara y me senté en el respaldo de un banco apoyando los codos sobre las rodillas y sujetando mi cabeza entre las manos. “Eres tonto del culo” “ No sé si te he dicho que hoy estas muy guapa” “Solo hoy” “El resto de días eres un adefesio” “calladito estas más guapo tío” “además que huevos estás haciendo, vas a cometer el error de enamorarte, ni se te ocurra”

Continué caminando por las calles vacías, la parte más antigua de Estepona, calles estrechas con casas bajas encaladas de blanco y decoradas con macetas y plantas por doquier que habían conseguido el título para la ciudad del jardín de la costa del sol, pero toda esa belleza para mi pasaba inadvertida ante la vorágine de pensamientos que se agolpaban en mi cabeza, pasé caminando por el castillo de San Luis, y acabé sentado en un banco de la plaza de las flores, una pequeña plaza con uno de los jardines con más encanto que había visto jamás. Tenía emociones contradictorias, por un lado ansiaba estar con Eva, tenía que reprimir el deseo de regresar a su casa, llamar a la puerta y besarla con pasión, por otro lado, me reprochaba tan solo la idea de pensar en ello, con una herida abierta que había dado un vuelco completo a mi vida, cómo se me podía ocurrir tan solo pensar en ceder a mis sentimientos, tenía que ser más sensato, incluso más egoísta, no podía consentir volver a enamorarme, ponerme en una situación vulnerable sería un grave error con resultados fatales. Mi alma se había roto en mil pedazos de cristal, y tratando de recomponerla, con cada pedazo que recogía, me provocaba un corte sangrante, otra herida que tenía que cicatrizar.

Seguí caminando, regresé al paseo marítimo y caminé por la orilla de la playa en dirección al puerto, había pasado horas divagando, el sol despertaba perezoso por el horizonte, las olas rompían con suavidad sobre una playa desierta a esa hora. Permanecí un rato de pie absorbiendo la luz y el calor de los primeros rayos de sol, tratando de recuperarme espiritual y físicamente, la brisa se había tornado más fuerte y la humedad calaba mis huesos, causandome escalofríos.

Regresé caminando pasando junto al faro de punta doncella, de veinte metros de altura de torre en forma octogonal y construido en piedra se erguía orgulloso sobre el puerto.

Una larga nave de la lonja y una línea de playa se interponían entre el faro y el mar.

Muchos años atrás, las olas llegaban a acariciar las rocas sobre el acantilado en el que se decidió construir el faro de punta doncella. Recordé la leyenda que cuenta como una joven de alta cuna saltó al mar desde las escarpadas piedras sufriendo por un amor imposible con un hombre que su familia no aceptaba, y de ahí ese nombre. Y yo mancillé ese bonito nombre, esa historia romántica, despertando borracho entre las piernas de una mujer, y menos mal pensé recordando a Sofía.

Volvía a Divagar. ¿Qué es el amor? ¿Cómo esa pasión y deseo por otra persona pueden llevar a la locura, a la desesperanza e incluso empujar a la muerte si no puede ser correspondido, como le pasó a la joven doncella?

¿Era amor lo que yo había sentido por Marta? Desde luego el sufrimiento que me había causado, su traición, no podía compararse emocionalmente con cualquier otra situación que hubiera experimentado a lo largo de mi vida. ¿Y que me estaba pasando con Eva?

Ya me había cansado de penar por Marta, no era justo, no tenía porque sentirme culpable cuando yo era la víctima. No estaba dispuesto a sucumbir a una vida de tristeza perpetua y desilusión. A sentirme avergonzado de algo que yo no había hecho.

Mi dignidad estaba maltrecha, y era lógico, cuando había sido pisoteada sin atisbo de misericordia por una mujer que no me quería, por que si algo me quedaba claro, es que si me hubiese amado, no hubiera hecho lo que hizo, yo no estaría aún tratando de asimilar lo ocurrido, y ahora quería exponerme a una situación semejante con Eva, a ponerme en sus manos, no, desde luego que no lo iba a consentir. Lo evitaría a toda costa.

Justo cuando cruzaba bajo el soportal e iba a subir las escaleras hacia mi apartamento, un coche patrulla de la policía local paró a mi lado.

-¿Que pasa primo? ¿Que haces despierto a estas horas? Claro no me digas nada, otra vez de fiesta hasta última hora. ¡Eres un puto vividor!

-Buenos días, contesté desganado.

-Sube que tenemos que hablar, me dijo señalando con la cabeza la parte trasera del coche patrulla.

-No me jodas primo que estoy agotado. ¿No puede ser en otro momento?

- El tema es serio, dijo mi primo Dani volviendo a señalar la parte trasera del patrulla.

Resignado subí al vehículo, me sorprendí al ver a Nuria conduciendo.

-Buenos días Donjuán, otra noche de rondar, y por la hora has triunfado, me dijo mirando por el retrovisor.

-No, no creas Nuria, dije recostándome en el asiento.

-Claro te entiendo, hay mujeres que dejamos huella, me dijo guiñándome un ojo, vamos a tomar un café que te veo agotado.

-Pues sí os lo agradezco.

Sentados en la terraza de una churrería regentada por una familia de chinos, mi primo Dani me contaba novedades.

- Vamos a ver primo. Tu coche, ¿Dónde lo tienes?

-¿Qué coche?

-Pues uno que está a tu nombre, Alejandro Dionisio Trujillo Villamayor Márquez de Rojas, y si quieres sigo con los apellidos de los abuelos capullo.

- Mi coche...No sé… lo deje aparcado… no recuerdo donde… por el puerto… llevo mucho sin conducir.

-Sin conducir.¡Mis Huevos! Sin conducir… Ayer llamaron de capitanía del puerto, un buceador había localizado en la bocana sumergido tu coche. ¿Qué pasa que lo aparcaste en el puto fondo del mar pedazo de gilipollas?¡Seguro que ibas pedo!Pues el estacazo es gordo. La multa es de las que escuecen imbécil.

-¡No me jodas primo! Me habrán robado el coche yo que sé. Le contesté mintiéndole.

-Sí, claro, con la llave. Dijo sacando la llave del que era mi coche y poniéndola sobre la mesa.

-Pues igual me las dejé puestas, tu sabes que llevo bebiendo mucho y ha habido veces que no sabía ni si quiera donde me despertaba.

-Y entonces que estuvieran las maletas dentro del coche o que también estuviera tu teléfono no significa nada, dijo sacando el que fuera mi teléfono y dejándolo encima de la mesa.

-Significa simplemente que las maletas estaban dentro del coche cuando me lo robaron y que el teléfono también. Sabes perfectamente que he estado pasando una mala racha.

-Bueno dejate de historias, conozco gente de capitanía, son de confianza y podemos tapar el asunto pero me va a costar alguna que otra cena, pedir favores.

-Pues yo estoy tieso de pasta, estoy sobreviviendo con mis ahorros y la cuenta baja deprisa primo. Como no quieras vender el coche y con lo que saques te apañas, otra cosa no puedo hacer.

-Vale me apaño con eso, dejame hacer gestiones.

-El teléfono sí me lo quedo. Dije cogiendo el teléfono con una idea que me rondaba.

-Es tuyo, dijo encogiéndose de hombros, pero no creo que te funcione, pero vamos como si quieres usarlo de pisa papeles, de todas formas al grano, si la cagas en algo avisame, porque igual estas cosas se solucionan más fácilmente de otra manera capullo, Por cierto he escuchado por ahí que eres colega de las gemelas de la cafetería frente a tu apartamento, por solucionarte el follón éste del coche, a ver si me las presentas primo.

-¿Las gemelas? Pregunté recordando mi reciente experiencia, son jóvenes pero también mujeres de armas tomar primo.

-¡Ja! A mi no me asusta ninguna mujer, soy una puta máquina, dijo dándose una palmada en el pecho.

El comentario provocó que Nuria, que se encontraba ajena a la conversación, mensajeandose con alguien con su teléfono móvil levantase la cabeza.

-¿Perdona? Preguntaba a mi primo con cara de sorprendida, como puedes ser tan bocazas y mentiroso, bueno... sí, lo sé,no hace falta que me contestes.

-¡Vale primo! Dije entre cortando la lucha de egos que se avecinaba, te prometo que voy a hablar a las gemelas bien de ti y de lo machote que eres, ya me contarás, le dije sabiendo que lo que le iba a pasar no me lo contaría.

Regresé caminando hasta el puerto, pero en lugar de subir al apartamento, pasé por la oficina de la administración del edificio, Jane me dejó utilizar el teléfono y uno de los ordenadores donde permanecí haciendo gestiones. Conseguí localizar a Richi, un colega de profesión y muy buen amigo, una de las pocas personas a las que en cierta medida tenía envidia, un tipo rabiosamente inteligente, un verdadero tiburón, pero con el concepto claro desde que comenzó a ganar dinero, podría conseguir lo que quisiera, se lo rifaban en los mejores bufetes y las más importantes entidades bancarias. Pero él lo tenía claro, trabajar para vivir no vivir para trabajar, y en cuanto ganaba el dinero suficiente para su siguiente plan, lo dejaba todo. Su vicio los deportes de navegación tabla, vela, cometa, y además había conocido en el gimnasio en el que entrenábamos a Lucía, una chica dinámica y alegre con los mismos gustos deportivos y un planteamiento de vida semejante.

Dejé para enviar por correo ordinario un sobre al apartado de correos que Richi me había indicado y después de mantener una conversación telefónica, quedamos en vernos personalmente, en dos semanas bajaba de vacaciones a tarifa con Lucía para hacer Kitesurf, así que con el resultado de las gestiones que le había encomendado nos veríamos en Estepona.

Esas dos semanas fueron bastante tediosas, el hecho de no estar borracho una parte importante del día, generaba como daño colateral que las horas pasaran lentamente.

Evitaba a toda costa pasar por el Havana no quería ver a Eva, en la cafetería donde estaban las gemelas tampoco me apetecía estar, Domingo y Sebas, venían de visita pero con el verano en su apogeo hacían muchas horas. Mis días se basaban en largos paseos por el centro, de Estepona, la calle Real hasta la plazoleta Ortiz donde me sentaba a tomar café y regreso andando hasta el puerto, me aficioné a comprar libros en un quiosco instalado durante el verano en el paseo marítimo y pasaba las tardes sentado en la terraza del apartamento leyéndolos.

Entrada la tercera semana de agosto, coincidió que mi hermana con su familia se encontraban de vacaciones y recibí una llamada de Richi en la que me confirmaba que las gestiones habían sido positivas, que ya me diría. Como buen anfitrión decidí invitarles a todos a una comida, el problema es que mi hermana quería aprovechar el día en la playa con las niñas, y la mejor playa para el baño de los peques es la del Cristo, así que no me quedó más remedio que reservar mesa en el Havana.

Para olvidar el dolor que me había provocado Marta me refugié en el alcohol, y ahora que con el tiempo había diluido esas desagradables emociones que afloraban esporádicamente, casi acostumbrado, siendo poco más que un ligero escozor en el orgullo, tenía que evitar emborracharme, porque tenía miedo de perder el control ceder a mis sentimientos y terminar entregando mi corazón a Eva. No, no estaba dispuesto ya sabía lo que era sufrir por amor y duele, duele por dentro, quema como lo hace la pólvora llegando a lo más profundo de tu ser. Las mariposas en el estómago para quien las quiera, los efectos secundarios ocasionados hacían que no mereciese la pena.

Aúnque sabía que mi hermana y su familia habían llegado temprano a la playa yo no llegué al Havana hasta pasadas las doce, la noche anterior ni si quiera pude dormir tranquilo, y al llegar caminando mis mayores temores se hacían realidad, el pulso se me aceleraba y me faltaba el aire, por una parte deseaba ver a Eva, y por otra, esperaba que no estuviera, que algo la hubiese impedido acudir el trabajo.

Richi y su novia Lucía estaban sentados en una mesa, “vaya pareja de postal” pensé, parecen sacados de una serie de surferos o de un anuncio de perfume, ya me gustaría no ser como ellos, sino sentirme así, solo verles uno podía advertir tranquilidad, equilibrio y una vida plena en ambos.

Abracé a los dos, un abrazo largo y sincero, reconfortante, en el fondo pensaba en poder robarles un poco de su energía.

No había hablado con ellos en mucho tiempo, tampoco me preguntaron, solo escucharon lo que yo quise contar, sin prejuicios, sin opiniones o consejos.

-Bueno, me tienes en ascuas ¿Como fue el encargo que te hice Richi?

-Estaba esperando que me preguntases, sonrió mientras buscaba en una mochila que tenía a sus pies, de la tarjeta de memoria del teléfono se pudieron recuperar todos los archivos, fotografiás y videos, los tienes aquí ,, todos menos uno, me dijo deslizando un pen-drive sobre la mesa.

-No lo quiero, no quiero tener esas fotografías, esos recuerdos son unas paginas de mi vida que trataré de borrar para siempre, dije empujándolo hacia Richi, temiendo que su solo contacto me quemase.

-Bueno, te lo guardo yo, nunca se sabe. De lo otro, aquí tienes, me dijo pasándome un sobre de tamaño folio. Treinta mil euros en B, y por otro lado tu finiquito y el paro arreglado. El viejo nada más ver el video se cagó, pero más preocupado por el prestigio del bufete o lo que pensaran sus socios si se filtraba, que por lo que pensaría su mujer. Eso sí, tienes que firmar un contrato de confidencialidad y si sale a la luz, te comprometes a pagar diez veces más.

-¿Donde hay que firmar?

-Ya está todo arreglado, de todas maneras tengo una copia del video, si el viejo se muere, puedes volver a usarlo, la otra parte no conoce nada. Me dijo sonriendo con malicia.

-¿Has descontado tu porcentaje? Le pregunté mirando en el interior del sobre donde estaban los fajos de billetes.

-No Alex, esto lo he hecho como tu amigo.

-Ni se te ocurra, como amigo podríamos tener ambos problemas, te contraté como mi abogado, me tienes que hacer una factura por tu asistencia letrada y te daré lo mismo en B. No cabe discusión hermano.

Había estado concentrado en la conversación con Richi y Lucía, tratando de evitar cruzar la mirada Eva, cuando al fin la vi el saludo con ella fue poco más que fútil, frío y aséptico por ambas partes.

Reunido con la familia y los amigos comiendo, charlando, riendo, no me resultó para nada incomodo o dificultoso sobrellevar tenerla tan cerca, ella por su lado, no se acercó a nuestra mesa ajena a lo que allí sucedía, ajena a mi presencia.

Pero en la sobre mesa después de el vino que regó la comida, y ya con una copa en la mano, me sorprendí varias veces buscándola con la mirada.

Domingo pasó a tomar café en su hora de la comida, ya por la tarde tenía alquiladas casi todas las sombrillas del chiringuito. También pasó mi primo que estaba de servicio junto a Nuria, se sentaron a charlar con mi hermana y mi cuñado, la excusa perfecta para acercarme a la barra y estar más cerca de Eva.

El alcohol había debilitado mi barrera de seguridad, pero ella se mostraba fría. Tenía sentido, la había evitado desde la noche que la acompañé a casa paseando, y ahora trataba de ser simpático y además quería que riera mis gracietas.

Un tipo alto y delgado de cara huesuda, con la cabeza rapada, miraba a Eva fijamente desde fuera del Havana, ella se percató de su presencia y salió a su encuentro arrojando un paño de cocina con fuerza sobre el fregadero. Discutían, con la música no entendía lo que hablaban pero por los gestos era evidente que nada bonito se estaban diciendo.

De repente la agarró por la muñeca, ella intentó liberarse pero no pudo, el tipo la sujetaba fuertemente, las venas del cuello se le hinchaban y se inclinaba sobre ella amenazadoramente, me acerqué rápidamente.

-¡Oye! Le grité. Suelta a Eva.

-¿Tu quién mierda eres?

-Suelta a Eva ¡Gilipollas! Le contesté.

Y sí, la soltó. Se acercó a mi de dos pasos y de la primera hostia que me calzó se me hizo de noche. K.O. técnico y a la arena. El combate más rápido de la historia de Estepona, Málaga y seguramente toda Andalucía.

Me desperté, al tipo se lo llevaban mi primo y Nuria detenido, mira por primera vez valía la pena su presencia pensé. Estaba sentado en una silla, Richi a mi lado y Lucía sujetando un poco de papel higiénico contra mi ceja que del golpe se me había abierto y sangraba.

Eva vino con una bolsa con hielo y unos puntos de aproximación y entre ella y Lucía me curaron.

-¿Quién era ese tío? Le pregunté

-El padre de mi hija y el mayor hijo de puta que he conocido. Me contestó Eva.

-¡Vaya! No sé que decir, dije sorprendido. Lucía se marchó dejándonos solos.

-Es el motivo por el que trabajo como una burra, solo pienso en ahorrar dinero, por que sé que tarde o temprano tendré que huir, sino nos acabará haciendo más daño.

-Pero...Perdona igual no es asunto mío ¿Que te ha pegado en otras ocasiones?

-Una paliza que casi me mata, estuvo unos meses en prisión, el tiempo suficiente para hacer buenos amigos, cuando salió se dedicó a amargarme la existencia a pesar de tener una orden de alejamiento, y al tráfico de drogas, pero como es bastante estúpido le cogieron enseguida, llevaba tiempo sin verle, y lo primero que ha hecho en su primer permiso de la carcel es venir a verme. ¡Que hijo de puta! Dijo con rabia y algo de miedo.

-Pues sí, estúpido si tiene que ser, no soy penalista pero si la orden de alejamiento sigue en vigor y con la movida que ha preparado aquí, igual en un par de años no le vuelven a dar otro permiso, hablaré con mi primo para denunciar las lesiones y si se ha resistido a la detención pues mejor.

- Resistido no, le ha pegado a tu primo también, lo ha tumbado Nuria de una patada en los huevos, dijo Eva disfrutando tan solo con recordar el instante.

-Pues cojonudo atentado a agente de la autoridad, lo que tu dices, muy tonto.

Permanecimos un rato en silencio, yo sentado en una silla, Ella a mi lado sujetaba la bolsa con hielo y nuevamente, consciente de su cuerpo cerca del mío, comencé a sentirme débil, me faltaban las fuerzas para evitar cogerla por la cintura y besarla.

-Muchas gracias, me dijo.

-¿Por qué?

-Por defenderme.

-Bueno defenderte, no sé, una distracción para hacerte ganar unos segundos, pero pocos, creo que no aguanté ni cinco segundos.

-¡Ja ja! Rió, mi príncipe azul.

-Morado, mejor morado, dije señalándome el ojo que se estaba hinchando a pesar del hielo.

-Muchas gracias Alex, y acercándose me dio un beso en la mejilla, un solo beso que hizo que me derritiera como un helado al Sol.

-No hay de qué, contesté aturdido.

Regresé a la mesa donde estaban Domingo, Richi y Lucía charlando y de guasa comenzaron a vitorearme nada más verme.

-¡Cabrones!

-Mirá lo que me están contando Richi y Lucía, que se van de ruta por Australia, me dijo Domingo.

-¿No jodas? Pregunté a Richi con la mirada.

-Si tío, nos vamos a Tarifa ahora, pero teníamos estudiado un viaje en caravana por Australia, recorrer toda la costa buscando lugares donde surfear olas, en plan aventura total.

-¡Quién pudiera! Dijo Domingo.

- Oye la caravana que tenemos mirada es para cuatro, por mi no hay problema dijo Lucía a Domingo, así compartimos gastos.

-No creo que tenga pasta para eso, dijo Domingo apenado.

-Eso no es problema, dije, me sorprendí nuevamente buscando con la mirada a Eva y tomé la decisión de marcharme o estaba perdido. Nos vamos con vosotros.

miércoles

LA CÁLIDA BRISA DEL SUR (Capítulo 3)

 

3 El despecho.-


Ya había amanecido hacía rato, la gente pasaba andando a la compra o al trabajo frente a los setos entre los que me encontraba tirado entre las piernas de esa mujer. Con el pantalón bajado por las rodillas, rezumando alcohol y cobrando consciencia de que no había utilizado condón. No tenía ni idea de quien era la mujer sobre la que me encontraba, traté de recordar, pero la noche eran solamente saltos de imágenes borrosas y personas desconocidas a las que podía ver que movían los labios pero sin entender una sola palabra de lo que decían. La verdad que los dos últimos meses eran un recuerdo enmarañado y vago de borracheras seguidas de resacas que combatía con más alcohol.

Ese desencanto, la frustración, el sabor agridulce, el enfado y el resentimiento que afloraban constantemente en los momentos de sobriedad, cuando recordaba a Marta, eran insoportables, y el vértigo que me causaban solo lo calmaba con la botella, y como la mierda atrae a las moscas, sin saber si yo era la una o las otras, o quizá dependiendo del día, cualquiera de las dos o ambas a la vez, había ido conociendo gente que como yo, opositábamos para despojo humano, siendo de los más aplicados de la clase el que suscribe.

La mujer con la que acababa de mantener sexo en un jardín público se bajaba un vestido muy corto y ajustado de licra negro con un generoso escote. La verdad… a esas horas desmerecía bastante, era un vestido para una veinteañera en una mujer que aunque bien conservada y con un pasado que tuvo que ser agradecido con ella, ni el maquillaje, ni la luz del Sol, eran de los mejores aliados para ocultar que el paso de los años iban haciendo mella.

La situación era incomoda y ridícula, nos encontrábamos cerca del faro del puerto, a dos minutos andando cuesta abajo de la cafetería donde Eva, seguro estaba preparando café y tostadas, casi podía notar su olor, y ofrecí a mi acompañante desayunar antes de despedirnos, igual así recordaba su nombre y obtenía algún dato que me dejara más tranquilo después de haberlo hecho a pelo, ella aceptó un poco desconcertada, igual pensando de la misma manera que yo.

Su nombre era Sofía y rondaría los cincuenta y cinco años, morena de piel y de poco más de metro sesenta, se estiraba un vestido que sentada en la terraza de la cafetería se negaba a tapar poco de su entrepierna a pesar de ser elástico.

Eva, se acercó con una bandeja en la que traía café y churros para los dos, me miraba fijamente con cara de reproche, era evidente por nuestro aspecto que no era una reunión de trabajo o un desayuno mañanero.

- Esto…

- Sofía mi nombre es Sofía, ¡Chico que despiste tienes!- dijo entono enojado.

- Sí, perdona. ¡Ja ja! -Reí de manera forzada, - será que la última copa destruyo la única neurona sana que me quedaba, seguro que me contaste anoche, me dijiste que vives aquí, que no estás de vacaciones, ¿Verdad?

Y comenzó a contarme su vida, era una pregunta tribal, sinceramente me importaba un pimiento de donde era, su nombre o su edad y su recorrido vital, que por su aspecto evidenciaba que era más de una década superior al mío y de mala vida, y eso aumentaba mi preocupación, lo único a lo que le daba vueltas mientras la veía mover los labios sin ni siquiera escucharla, es que hubiera cogido alguna venérea de esas que te dejan el rabo como una seta que utilizaban los pitufos como casas, rojo y con puntos blancos o al revés, ¿O eran las casas de los dibujos animados de David Gnomo? Bla, bla, bla, y yo asintiendo, de vez en cuando regresaba de mis pensamientos y captaba algo suelto, divorcio, hijos, bla, bla, bla, y me volvía a mi paranoia, y mucho peor pensaba, vete a saber si tiene sida ¡Me cago en la puta! Esta tía lleva al menos quince años separada, y aún no se le ha pasado el despecho, si yo en dos meses no sé el número, pero me he revolcado con unas cuantas, esta tía en ese porrón de años a cuantos se habrá pasado por el arco del triunfo ¡Puto alcohol! ¡Puta Marta! Tendré que ir al hospital, no sé que mierda de prueba habrá que hacer, la verdad es que ya me pican los huevos, Bla bla bla, seguía en su diatriba contra el que fue su marido, y yo voy a acabar como ésta tía, quince años después buscando alimentar mi autoestima acostándome con cualquiera y guardando rencor… Mejor coger la gonorrea y dejarme morir por una sepsis, bla, bla, bla, y yo asintiendo, madre mía ¡Vaya chapa!

- Bueno Sofía quería comentarte algo que me preocupa…

-Cuéntame, ¿Que te ocurre? Me preguntó cruzando los brazos bajo sus pechos en actitud defensiva.

-Es que… no sé… si te has dado cuenta pero lo de antes… , en el jardín… , hice una pausa para coger aire y lo exhalé, el mismísimo aliento de Drogon, Viserion y Rhaegal de juego de tronos y que hubiese prendido mecha hasta a la reina Daenerys, “Dios mío pero cuanto he bebido pensé.”

-Pues eso que lo hemos hecho sin condón. Y me preocupa por si pillamos algo. Yo que sé… , últimamente llevo una vida muy desordena… y tu …

- ¡Y YO! ¿Yo qué? Me interpeló de manera brusca haciendo que incluso Eva que se encontraba tras la barra del bar levantara la cabeza y mirase hacia nosotros, como el resto de clientes que en ese momento desayunaban en la terraza.

-Mira bonito, continuó en el mismo tono, mientras giraba la cabeza para enfatizar sus palabras y me señalaba con un dedo amenazante.

-Que sabrás tu de mi vida. Y yo pensé, pues todo si te hubiera escuchado por que menuda chapa. Pero continué callado.

- Ahí arriba no ha pasado nada, no se te levantaba del pedo que llevabas picha floja de los cojones, así que puedes estar tranquilo majo. Y con las mismas se levantó y se marchó caminando sobre unos zapatos de tacón que amenazaban con partir de los pisotones que iba dando.

-Mírala que digna se va le dije a Eva, acercándome a la barra, ya pago yo bonita, tu vete tranquila, dije en tono sarcástico.

- Pero vamos a ver Alex. ¿A ti te parece normal lo que estas haciendo? Me interrogó y a la vez reprochaba Eva.

- No, pero si no lo hemos hecho, y menos mal.

-¿Hecho que? Preguntó Eva.

- ¡Anda nada! Tonterías mías, contesté, menuda pájara tiene que ser la Sofía ehhhh!!! Dije guiñando el ojo a Eva. Y como la madre que de repente le daba en la boca una torta al niño que decía una palabrota, con el arte de un samurai, y como un acto reflejo, la bandeja de chapa redonda golpeó mi cabeza ¡Dongggg!

-¡Joder que hostía! ¿Que haces tía? Pregunté a Eva frotándome la parte del cogote.

-Perdón, me dijo en un susurro con la bandeja para servir sujeta con ambas manos y tapándose la boca, aunque era evidente que sonreía, y a la vez estaba ligeramente avergonzada por su reacción. - Es que eres un faltón y no he podido aguantarme, perdoname Alex, dijo nuevamente haciendo un ligero puchero como lo haría una niña traviesa.

- No pasa nada, lo entiendo, y a la vez que me alejaba de la barra y a sabiendas de que era el centro de atención de la clientela, le dije en alto a Eva, y prometo que la próxima vez la propina será mayor que ya sé como te las gastas.

Era evidente que el verano había llegado a su apojeo, el flujo de personas por el puerto se había incrementado exponencialmente, se veían muchas caras nuevas, en época estival en el puerto todas las noches parecen sábado, y eso, para el estilo de vida desordenada que estaba llevando me lo ponía fácil para seguir, o difícil, para ordenarme.

Muchas veces a lo largo de nuestra existencia van sucediéndose una concatenación de pequeños hechos sin que parezcan tener importancia, y de repente la suma de todos ellos provoca un giro, nos despierta de un bofetón y nos presenta una realidad que es totalmente opuesta a lo que creíamos estar viviendo, o a nuestra entidad como individuos. Cada uno de nosotros tenemos una imagen formada de como somos, y resulta evidente que cada una de las personas con las que interactuamos nos perciben con una imagen diferente, que es lo que aparentamos ser, y aunque en lo esencial en los rasgos básicos coincidirán todos, en los detalles diferirán, y eso hace que haya tantos de nosotros como personas te conozcan, ya que los pequeños detalles son los que marcan la diferencia, una comida puede estar sosa, en su punto de sal o salada, y tan solo, unos granitos de más o menos marcan la diferencia.

En junio, Eva ya no trabajaba enfrente del apartamento, con el aumento de clientela se tenía que hacer cargo del chiringuito de La Havana en la playa del Cristo, en la cafetería, la sustituyeron dos jóvenes hermanas gemelas, a las que solo podía distinguir por el lunar que una de ellas lucía bajo el ombligo, que siempre mostraban al aire anudándose el polo del uniforme del bar para hacerlo más femenino, según ellas.

Noelia y Natalia, espigadas, de casi metro ochenta y escasos veinte años se movían por la terraza sirviendo como abejas en un panal, y al ser tan semejantes era curioso, a veces daba la sensación de que eran más, o que se le transportaban de la barra a las mesas, o que estaban en dos o tres mesas a la vez, aunque como mi raciocinio siempre se encontraba mellado por algo de alcohol quizá era más problema mío.

No he de negar que echaba de menos a Eva, me reconfortaba su presencia frente al apartamento, había días que fumando y bebiendo en la terraza, apoyado sobre la balaustrada se me llegaban a dormir los brazos simplemente mirando distraído como se movía, riendo, atendiendo, recogiendo.

Ella sabía que yo estaba allí, y de vez en cuando miraba, a veces se acercaba y desde el otro lado de la calle me preguntaba si había comido, que bajase a tomar algo, se preocupaba por mi, y me resultaba agradable esa sensación, si me quedaba un poco de cordura ella me la daba, con sus regañinas, o sus miradas de reproche al día siguiente de que hubiese preparado alguna, que eran un día sí y otro también. Su ausencia me hacia sentir un ligero vacío que me incomodaba más de lo deseable.

En los momentos de debilidad es muy recomendable el contacto humano, los abrazos pueden llegar a ser sanadores, mejores que un chute de ansiolíticos, y Eva con su mirada, con esos ojos verdes, su sincera y desinteresada preocupación, era ese abrazo, su voz dándome los buenos días eran como el arrullo de una madre a su bebé.

Tras los primeros días de su marcha, dejó de tener sentido pasar tanto tiempo en la terraza del apartamento con la vida contemplativa como único objetivo, así que pasaba la mayor parte de la mañana que para mí no comenzaba antes de las doce, en la cafetería distraído con las gemelas, su juventud su forma de moverse sus bromas absurdas que a veces ni entendía, quizá nadie más que ellas dos, que parecían estar conectadas telepáticamente, y si algo le pasaba a una, la otra lo sabía aunque estuviera de espaldas, me daban esa chispa de entretenimiento, que aderezado con café solo largo y un Johnnie como colega, me hacían pasar las horas diurnas con esa niebla artificial que había interpuesto para no recordar a Marta y mi vida anterior, que parecían lejanos en el tiempo, una película de mala calidad, que sin embargo era recurrente en sueños.

Desde el episodio desagradable con Domingo en el que le mandé a tomar por culo. Me había cruzado en varias ocasiones con él. Pero no sé si focalicé en él parte de la rabia acumulada, no era capaz de perdonarle, y tampoco era para tanto… , quizá el hecho de saber que se encontraba dolido y que ignorándole le hacía daño, me impulsaban a tensar la cuerda y hacer que sufriera.

Con Sebas sí alternaba, después de todo llevaba el mantenimiento de la comunidad del edificio, a veces coincidíamos en su descanso, y si estaba en casa, le invitaba a tomar unas cervecitas, para darle cobijo y que en su horario de trabajo pudiera refrescarse como es debido, yo le daba un escondite seguro, y el me daba la compañía moral necesaria para alguien que está todo el día bebiendo.

Como dos buenos solterones, en esas noches de aburrimiento en las que no había ganas ni de bajar al Irish Pub de la esquina, cenábamos unas pizzas o del chino, en la terraza del apartamento viendo a la gente pasear, familias perfectas, felices, sonrientes, con niños perfectos y amigos perfectos en sus PUTAS vidas perfectas.

El hecho de haber perdido contacto con Eva, ya que El Havana se encontraba algo retirado para ir andando, y para que negarlo, guardaba un ligero resentimiento hacia ella, sentía como que me había traicionado dejándome abandonado al pairo, una nave sin tripulación navegando en alcohol, desamparado. Su ausencia, hizo que pensara más en Domingo, así que hablando con Sebas quedamos en organizar una barbacoa en casa para hacer las paces.

Lo bueno de tener un colega que se dedica al mantenimiento, un profesional cinturón negro de las chapuzas, es que puede conseguir material de manera rápida y barata. A los tres días de decidir preparar la barbacoa, aún resacoso de una noche que podía calificar como tranquila, ya que despertaba en casa, e incluso recordando claramente que la había pasado en el odonghues, el Irish Pub de la esquina, hablando en un inglés oxidado, y para complicarlo más, con la lengua gorda dentro de mi boca alitosa, con unas jóvenes mochileras irlandesas de turismo en una ruta que les llevaba por toda Andalucía, Sebas tocaba el timbre del apartamento.

-¡Buenos días hermano! Me dijo tendiéndome un café en un vaso para llevar bebidas calientes, deja paso a mis colegas que vamos a preparar un buen chambao en la terraza para la barbacoa.

- ¡Joder Sebas! ¿Pero qué coño has traído? Le pregunté asomandome al pasillo donde se acumulaban plantas, sillas, mesas y demás utillaje que no acertaba a imaginar que podía ser.

-Tu confía en mi. He hablado con Jane, la administradora y nos ha dado permiso para decorar con algunas cosas de la comunidad la terraza, después de todo, queda bonito enluce la fachada del edificio y sube el caché, por cierto habla muy bien de ti, a ver si me voy a tener que poner celoso, me dijo guiñando un ojo.

- ¿Que dices tío? Casi podría ser mi madre..., ¡Vamos no me jodas!.. Caí en la cuenta de que él si le había dado con todo lo gordo.

- Si ya, no te jode el milindres por la mañana, pero si ya te conocen en todo el puerto y parte de Estepona, yo creo que hasta en Casares hablan de ti, “como el percutor venido de Madrid, sin escrúpulos ni listón, el joven alicaído por un desamor, que es capaz de meterla en un ventilador”, esto último lo dijo cantando con una mezcla de regueton y rap cutre, bailando desacompasadamente, yo no pude más que callarme y dar un sorbo al café, echarme a un lado asumiendo el palo y dejar que pasaran los colegas de Sebas con todos los bártulos.

-Haz lo que te salga de la polla esa gorda que tienes cabrón, le dije con mi rabo entre las piernas en dirección al colchón, que aún seguía en el suelo del dormitorio, con las partes de la cama apoyadas en la pared después de mi experiencia con Nuria.

Comprometido fervientemente con mi año sabático, y a pesar de los golpes, el ruido de taladros y voces entre Sebas y los dos ayudantes que venían con él, no hice el mínimo esfuerzo por asomar el hocico del dormitorio no fuera ser que se les ocurriera darme alguna tarea, mi mayor esfuerzo era para no hacer nada, aburrirme mi misión, preferí dormitar en el colchón hasta que pasó un buen rato en el que dejé de escuchar ruido, aún así, con cautela salí de la habitación, pero efectivamente, ya no había nadie en el apartamento.

Mi estomago rugía, no había comido nada desde… no sé, anoche, ayer para desayunar… Abrí la vieja nevera encontrándola como siempre, repleta hasta los topes de aire.

En la puerta una litrona de cerveza por la mitad, posiblemente se la habría dejado Sebas, un tomate mohoso en la rejilla de arriba, “quien habrá traído ese tomate y desde cuando lleva ahí” traté de recordar. En la última rejilla quedaban unas latas de atún, cogí una, la abrí quitando el aceite que tiré por el fregadero, “ para qué le echaran el aceite”, me pregunté, desde luego yo siempre lo quito, como hacia con el liquidito de los yogures hasta que me enteré que era la mejor parte. “Divagaciones habituales de alguien que tiene mucho tiempo, o me estoy volviendo loco”, me encogí de hombros y salí a la terraza mientras empujaba con el tenedor un pedazo atún.

-¡ La Virgen! Exclamé en alto. Menudo cambio. La terraza del apartamento parecía un chiringuito, unos toldos blancos, cesped artificial cubriendo el suelo, mesa y sillas de teca con cojines a rallas azules y blancas, varias macetas con bugambillas de color rosa colgaban por la balaustrada y las paredes, y en cada una de las esquinas una maceta de por lo menos un metro cubico con cuatro pinos de un metro cincuenta de altura. Una barra de bar portátil de chapa junto a la barbacoa y todo al rededor de la terraza una guirnalda de bombillas de baja intensidad.

- ¡Que tío más grande el Sebas! dije en voz alta repasando cada detalle con detenimiento.

Me había encargado de hacer la compra, la nevera rebosaba en cervezas y hielo, para comer, carnaza, unos buenos chuletones y por si nos quedábamos cortos, chorizo, morcillo y panceta, elementos esenciales en toda barbacoa que se precie. Quería corresponder bien a Sebas por el trabajo y el esfuerzo desinteresado por arreglar la terraza, y además hacer de mediador para que hiciera las paces con Domingo, en definitiva estaba demostrando ser un buen amigo y me apetecía reconocérselo, así que luchando contra la apatía que incrustada en mi ánimo arrastraba como “leitmotiv” recogí el apartamento , hice la compra y dispuse la mesa con algo de picoteo. Realmente íbamos a ser solo los tres, aunque contaba con que Jane y los dos colegas que ayudaron a Sebas en el chambao se pasaran a tomar algo.

El reencuentro y hacer las paces con Domingo fue tan simple como somos los hombres para casi todo,

-Lo siento Alex. Me dijo Domingo nada más entrar en el apartamento.

-No pasa nada hermano, no hay nada que perdonar, dame un abrazo.

-Espera que dejo el bizcocho en la mesa “Brother”, un abrazo, unas palmetadas en la espalda y como si no hubiera pasado nada.

La noche era agradable, después de que Jane pasara por el apartamento, sobre todo para echar un vistazo a lo que Sebas había organizado en la terraza, con material que era sufragado por la comunidad, y de paso controlar el estado general del apartamento, que por suerte había tenido la brillante idea de limpiar, cociné para mis dos colegas unos gruesos chuletones al punto que degustamos con un par de botellas de vino tinto.

Ya en la sobremesa Domingo se frotó las manos,

- Momento del bizcocho, dijo emocionado.

- ¡Buf! No se si voy a poder tío. Dije pasando la mano por mi estómago, estoy petado.

-No jodas macho es una receta especial con ingredientes secretos que he cocinado especialmente para la ocasión.

-Bueno va… Por no hacerte el feo, y cogí un pedazo del bizcocho que me llamó la atención que hubiese cocinado Domingo, seguramente era comprado, o se lo había preparado la madre o la abuela, el caso es que estaba jugoso y entraba bien, total…, con el vino para empujarlo por la garganta tampoco distinguía mucho el sabor.

Ya habíamos cambiado de tercio, yo como siempre fiel a mi güisqui Johnnie, Sebas y Domingo bebían ginebra, estábamos pasando una velada tranquila, agradable, en la calle se escuchaban los coches entrar en el puerto con sus ocupantes acercándose a los restaurantes para cenar, otros paseando para bajar la cena ya deglutida, y otros, la gente más joven, que ya se encaminaban a los bares de copas. Poco a poco nuestras risas fueron subiendo de tono, manteníamos una conversación tribal y nos meábamos de la risa, recuerdo el momento en el que pensé que el vino me había pegado más fuerte de lo esperado a pesar del chuletón, pero no podía ser, estábamos de subidón, pusimos música a elevado volumen y bailábamos asomados a la balaustrada, viendo a la gente pasar, señalando a cualquiera que nos llamara la atención por cualquier detalle insignificante y nos partíamos de la risa.

-¡LA LA LA LAIIIII! Cantábamos abrazados.

-¿Pero que coño pasa tío que vino era ese? Pregunté a mis colegas,

- ¡NO ES EL VINO! Hermano es el bizcocho.

- “El bizcocho de la risa, con un ingrediente secreto, una resina fina, fina, de primera calidad, elaborada en Marruecos, dijo Domingo levantando los brazos al cielo y bailando.

-¡No me Jodas Domingo! Miré a Sebas con cara de asombro sin poder dejar de bailar.

-Si tío, me confirmaba él, yo ya lo he probado antes, es de lo mejor, me decía dando una extraño y desacompasado paso de baile.

-¡Me cago en la putaaaaaaa…..! Estoy drogadooooooooo….!!!!! Grité por la terraza.

-¡HEY Alex, Alex! Un coro de mujeres gritaba mi nombre, y yo miraba al cielo, las estrellas me llamaban, ¡Alex here man! Y mirando hacia abajo vi a las chicas Irlandesas con las que la noche anterior estuve hablando en el Iris Pub, habían salido de fiesta y allí teníamos una gran fiesta.

¡Heeeeyyyyyy Girls! ¡Hello, come here we have a party! Les decía haciéndoles señales para que subieran al apartamento.

-¡Y nosotras qué! Escuche otras voces femeninas que me sonaban, miré hacia abajo y era evidente que la droga del bizcocho me estaba haciendo un efecto fuerte, veía doble, y era como si me hablasen dos subrayadores fluorescente gigantes una rosa y otro amarillo.

-Domingo estoy flipando, ¿Qué ves tu ahí?

-¡Coñooooooo! ¡Esas chicas guapas! Noe, Natalia ¡Subid! Les gritaba Domingo.

-¿Las Gemelas? Pregunté ya con la voz pastosa sin lograr enfocar bien la vista pero sin dejar de bailar. ¿Y por qué van disfrazadas?

-No sé tío, van toda buenas. Contestó Domingo mirando los cuerpos estilizados de las dos gemelas que habían sustituido a su hermana Eva para el verano en la cafetería.

Quizá Domingo estaba más acostumbrado a su ingrediente secreto y el efecto alucinógeno era más débil en él.

Es cierto que las Gemelas vestían en colores fluorescentes, unos monos ajustados, de pantalón corto y sin mangas, ambas con coletas a los lados, labios pintados en rojo sangre y tatuajes con brillantina por los brazos, pero de ahí a confundirlas con los marcadores que utilizan los estudiantes para destacar lo importante de los textos de estudio, había un mundo, el mundo que mi cabeza embriagada estaba creando para mí.

La terraza del apartamento estaba a rebosar, y quince minutos después de que toda la gente que había subido hubiese probado una pequeña porción del bizcocho de la risa, todos bailaban flipando.

Estábamos colocados, gracias a ello había dejado de beber Johnnie y no fui empeorando mi desinhibición, algo de consciencia mantenía. Recuerdo que sonaba la canción de Ed Sheeran “Galway Girl” y las chicas Irlandesas se vinieron arriba marcándose el baile de folclore de su país, una danza Irlandesa en el que van dando saltos sin mover los brazos, algo parecido al claqué pero mas estático, el caso es que lo bailamos todos, y yo no tengo ni puta ideas de bailar, tengo el mismo sentido del ritmo que una palmera.

Sudando y cansado de reír y abrazarme a unos y a otros, me vi arrastrado por las gemelas a mi dormitorio, sus cuerpos se desdoblaban, era como si al moverse imágenes de ellas difuminadas permanecieran en el espacio tiempo.

Sobre mi colchón desnudos rodábamos hacia un lado y otro, una me besaba por la espalda, otra por el pecho, y yo de una a la otra, en un ritual con una carga erótica de alta tensión. Sus piernas infinitas, se entrelazaban entre las mías como las serpientes lo hacen cuando se aparean, eran dos mujeres pero parecían cien. Toda mi piel notaba su presencia, sus cuerpos se restregaban con el mío provocando que mi temperatura subiera cien grados, me faltaba el aire sumergido en un festival carnal, hipnotizado como los marinos por las temidas y mitológicas sirenas, sus gemidos de placer eran seductores cantos de sirena, yo me dejaba arrastrar el fondo del mar sumido en el éxtasis y el deleite, una me besaba en la boca y me ofrecía sus pechos para que se los besara, la otra con mi miembro erecto entre sus labios me iba a hacer explotar de placer. Y de repente va..., y me mete un dedo por el culo, así..., sin avisar, sin pedir permiso, coño esas cosas se hablan, y a la vez que daba un respingo eyaculaba en la boca de una de ellas, era contradictorio una mezcla de placer intenso, mezclado con sorpresa y la inquietud que genera una experiencia nueva que te viene por detrás y sin esperarlo.

-¡No No NO! ¡Ufffff! Me corría y ella seguía con la mejor mamada que jamás me habían realizado, pero ese dedo ha entrado en zona virgen y  quiero que siga así.

Intentaba zafarme, una de las gemelas se puso a horcajadas sobre mi pecho y me dio una doble bofetada de derecha a izquierda y viceversa.

-¡Calla esclavo! Me gritó.

-¡Fuegoooo! ¡Fuegooooo! Grite desesperado y aprovechando la sorpresa que generé en ambas me logré zafar de ellas.

-¿Que gritas? Me preguntaron al unisono.

- No sé, no tenéis una palabra clave las dominatrix..., pues eso.

-Anda tonto bésame la boca, me dijo una mientras la otra se acercaba como una pantera a punto de saltar sobre un corderito.

-¡ Ni de coña! Si me acabo de correr en tu boca. Le grité casi asustado. Ellas se rieron. Se miraron una frente a la otra, se acariciaban sus delgados cuerpos con un baile sensual y se besaron en la boca.

-¡Joder, JODER Que sois hermanas! Grité en algo parecido a un aullido. Me miraron sorprendidas como a quien le acabas de desvelar un oscuro secreto, se rieron y volvieron a besarse intercambiando sus fluidos genéticamente iguales al ser gemelas mezclado con mi semen.

-¡Que puto asco! Dije mientras daba una arcada.

Justo en ese instante la puerta del dormitorio se abrió de un fuerte golpe, dos de las chicas irlandesas venían enrolladas, dándose el lote, sobándose la una la otra de manera casi obsesiva. Nos quedamos los cinco mirándonos los unos a los otros, claramente mi mirada entre sorprendida y asustada me eliminó de la ecuación que se estaba gestando, las miradas lascivas entre las cuatro dio resultado positivo y entre ellas iniciaron un ritual para mi más que erótico, casi satánico.

-¡Ala, Ala, yo me piro! Dije buscan algo que ponerme y pensando que si se pudieran quedar embarazadas por la boca, en unos mese sería hijo de cuatro putos demonios, mi esperma corría por ellas.

En la terraza Domingo aún bailaba como un chamán en éxtasis alrededor de un fuego compartiendo un porro con alguna de las irlandesas, en el sofá del salón dormitaba Sebas, desnudo, a su lado una mujer que no recordaba conocer dormitaba aun con el rabo de Sebas en la mano.

Me fui al baño, abrí el grifo y me quedé mirando el agua corriendo, “Será el puto agua de este sitio pensé”, me miré al espejo y por primera vez en mucho tiempo me vi, y traté de recordar, había huido de mi imagen para no tener que avergonzarme de mi existencia, para no echarme en cara mi comportamiento, mi actitud ante la vida y como estaba afrontando mi existencia, simplemente sin afrontarla, dejando que corrieran los días sin proyecto ni otra intención que emborracharme hasta quedar dormido por agotamiento.

Había perdido peso, el pelo desaliñado y largo, el flequillo me tapaba los ojos, sin afeitar con una barba que no terminaba de salir por toda la cara, aunque, para mi sorpresa, con algunas canas, en términos generales, estaba bastante demacrado y sangraba levemente por la comisura del labio como consecuencia de unos de los bofetones que me había sacudido una de las gemelas.

Salí del apartamento, necesitaba despejarme, estar solo. En el puerto había grupos de jóvenes caminando de un pub a otro, la música se mezclaba con las risas y las voces, el ruido de los coches entrando y saliendo me abotargaban. Necesitaba tranquilidad, y sin darme cuenta fui caminando por la playa del Cristo hasta El Havana , estaban cerrando, dos camareros se despedían de Eva que se encontraba tras la barra haciendo caja.

La estuve observando un rato desde la oscuridad que me brindaba la playa. ¿Por qué he venido hasta aquí? Me preguntaba con una preocupación que nacía del fondo de mi espíritu inundado por oleadas de desaliento, y la respuesta me asustaba.

Mis pasos subconscientemente me empujaron al lugar del que mi corazón huía, situándome en una encrucijada a la que no quería enfrentarme.

Eva levantó la vista hacia donde me encontraba, quizá no me veía pero dudé, di unos pasos acercándome y la saludé tímidamente con la mano.

sábado

LA CÁLIDA BRISA DEL SUR (Capítulo 2)

 

2 Tocar fondo.-



Desperté desorientado. Me había quedado dormido en el incomodo sofá del desangelado salón de mi nuevo hogar. El pantalón vaquero y la camisa seguían chorreando colgados sobre una de las sillas de la terraza, la chaqueta de cuero estaba empapada. Los calcetines, los calzoncillos y la camiseta tirados en el suelo formando una bola de tela mojada. Me sentía como debí sentirme cuando me parió mi madre treinta y ocho años atrás... Desnudo, temblando, indefenso, confundido, dolorido y molesto, obligado a salir contra mi voluntad de la seguridad y el confort del vientre materno. Me asomé a la terraza del apartamento envuelto al estilo romano con una vieja sabana de tacto áspero y olor rancio. El renacer de mi nueva vida no parecía muy prometedor. Tenía un terrible dolor de cabeza a consecuencia del alcohol y los músculos de la espalda contracturados de dormir en la misma postura sobre el incomodísimo sofá. Busqué en el pantalón el paquete de tabaco y saqué un cigarrillo prácticamente desecho por el agua del mar. Del bolsillo extraje doscientos euros en billetes húmedos de cincuenta y de veinte. Me apoye con los codos sobre la balaustrada de la terraza frotándome la cara con las manos queriendo despertarme de esta maldita pesadilla, pero no..., todo era real. La horrible visión de Marta follando con el hijo de puta del jefe, el robo de la cartera acompañado de una hostia como postre. Sin coche, sin ropa, sin teléfono, sin trabajo...

Me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared y rompí a llorar desconsoladamente. Me sentía sin fuerzas, enfermo, débil, vulnerable, solo, desesperado y perdido. Estaba bloqueado, no sabía que diablos hacía allí, a quién acudir para pedir ayuda, los acontecimientos me superaban. Abrumado la apatía se apoderaba de mí y por mucho que intentaba respirar profundo, el aire se negaba a llenar mis pulmones, mi mente era un caos de pensamientos absurdos, un caballo desbocado galopando entre un huracán de ideas dramáticas y depresivas. Permanecí sentado hasta que se me durmieron las piernas y llorando hasta la deshidratación de mis ojos.

Me levanté torpemente, extenuado y vacío pero algo más relajado tras la llantina. El timbre del apartamento sonaba insistentemente, abrí la puerta, era Domingo con cara de culpabilidad y arrepentimiento... le dejé pasar al piso.

  • Lo siento Alex, siento mucho lo del coche, no sé que puedo hacer, estoy fatal.

  • Déjalo Domingo, no te martirices, no fue culpa tuya— dije arrastrando las palabras casi en un susurro, dejando caer mi cuerpo maltrecho sobre el sofá.

  • Te he traído unas camisetas, he pensado que te harían falta hasta que puedas recuperar la maleta del coche — dijo ofreciéndome unas camisetas de publicidad de bebidas espirituosas.

  • Paso... no voy a recuperar nada, seguiré el camino que marca mi destino. Que se quede todo en el fondo del mar. La pena es que no me ahogué anoche...— dije en un exagerado tono melodramático.

  • ¡Joder Alex! De verdad que lo siento. ¿Cómo puedo ayudarte?

  • ¡No seas cansino! Déjalo... Mira hazme un favor. Toma estos cien euros y cómprame unos calzoncillos y unos calcetines, en el hiper de aquí al lado y también trae güisqui y tabaco— le dije con la intención de dejar de escuchar sus disculpas y lamentos, que me irritaban e impedían que me concentrase en mis propios pesares.

En el armario del dormitorio encontré un pequeño calefactor que al encenderlo desprendió un ligero olor a quemado, lo situé procurando que el aire caliente pasara entre la ropa mojada que coloque en dos sillas a modo de tendedero improvisado.

Dicen que lo bueno de tocar fondo es que solamente puedes ir en una dirección, hacia arriba. Eso lo diría alguien que se encontraba bien, o el dalai lama, y ninguno pensó en la opción de quedarse en el fondo, en lo más profundo de una fosa mariana, a miles de metros bajo el agua, en total oscuridad, abrazado al frío y al lodo marino como única compañía... allí estaba yo.

Era medio día, y no había hecho otra cosa que beber y fumar. Fuera había calima, el cielo se distinguía turbio, con el tono amarillento que le da la arena en suspensión que llega empujada por el aire desde el desierto africano. La temperatura cálida y el cielo plomizo abotargaban mi cabeza, aunque el hecho de estar bebiendo güisqui ayudaba sobremanera al embotamiento de mis ideas y estimulaban mis sentimientos de lastima de mi mismo.

Domingo sentado en una butaca, había asumido que ignorase su conversación y miraba distraído la vieja televisión de tubo. Aburrido encendió un cigarro de marihuana y con un gesto le invité a que se sentara a mi lado para compartirlo.

¿Te apetece que bajemos y comemos algo en la cafetería de enfrente donde trabaja mi hermana?

  • Sinceramente... No tengo ni puta gana... ni de vestirme... ni de andar... Aunque el porro me ha abierto el apetito— dije a la vez que me levantaba torpemente.

El Vitin del Puerto era una cabaña de madera, un kiosco grande enfocado a servir desayunos y meriendas, una pequeña sucursal de la heladería El Vitin, situada en la emblemática y floral, Plaza de las Flores del centro urbano de Estepona. Lo bueno de la cafetería del Vitin del Puerto era que se encontraba justo enfrente del apartamento, ubicada en una extensa terraza que hacía las veces de mirador.

La hermana de Domingo, Eva, esa atractiva joven de ojos verdes, nos sirvió unos cruasanes a la plancha con jamón y queso que me supieron a gloria bendita, y el café solo, servido en vaso de ansioso, activó mi mente dándome algo de capacidad de raciocinio, el suficiente para organizar mi estancia en Estepona.

  • Eva me harías el favor de prestarme tu ordenador portátil, necesito contactar con mi hermana y el único medio que puedo utilizar es mi correo electrónico.

  • Sí claro, es lo menos que puedo hacer, después de la faena que te ha hecho mi hermano— dijo acercándome el ordenador y matando con la mirada a Domingo.

  • Yo me tengo que marchar...— dijo Domingo con tono acobardado que indefectiblemente sonaba a escaqueo.

  • La wifi que tengo es de la gestoría que administra tu apartamento así que como si fuera tuya— dijo sonriendo Eva , volviendo tras la barra.

Con otro café bien cargado me senté buscando la sombra bajo una de las sombrillas de la terraza del mirador, para así evitar los molestos reflejos que me impedían ver bien la pantalla del ordenador. Abrí el correo, pinché sobre redactar, busqué en la agenda la dirección del email de mi hermana y me quede hipnotizado observando el cursor que parpadeaba sobre la pantalla sin saber por donde empezar o que decir.


Hola hermanita,

Imagino que estarás preocupada por no saber de mí. Llegué bien a Estepona, tuve que hacer noche en el camino, pinché una rueda y decidí descansar en un Hostal. El apartamento está mucho mejor de lo que me esperaba. No te he podido llamar ni contesto tus llamadas, que seguro que me has llamado... ;) porque he perdido el teléfono. Hasta que me llegue el duplicado de la tarjeta bancaria que solicité, necesito que me envíes algo de dinero. En el puerto he visto un locutorio que creo que realiza transferencias, gestiónamelo porfi, con quinientos euros me apaño, no creo que tarde mucho tiempo en disponer de la tarjeta del banco.

Respecto a lo de Marta, lo voy asimilando, tengo momentos de bajón pero lo superaré. Cambiar de aires me va a venir de lujo. He conocido a un chaval muy amable se llama Domingo, me ha ayudado a instalarme y su hermana, Eva, que es majísima se preocupa por mí como si fueras tú. De hecho te estoy escribiendo desde su ordenador portátil.

Estepona está preciosa, aún no he tenido tiempo de dar una vuelta pero esto promete, el agua del mar si la he catado y está fría para el baño, pero el clima es suave e invita a meditar y a caminar por el paseo marítimo, ya te iré contando.

Un besito para ti y otro para las niñas. Saluda a mi cuñado y dile que le guardo una cerveza fresquita para cuando vengáis.


Pasé el resto de la tarde ensimismado en la terraza de El Vitin, bebiendo güisqui y fumando. Con la mirada perdida en el horizonte, donde la línea del mar se une con la del cielo. Un mar oscuro y en calma que contrastaba con el cielo plomizo y amarillento a causa de la calima. Pensé en ese mar en calma como en una representación mía, un fiel reflejo de mi persona. Cualquiera de los clientes de la cafetería, que a lo largo de la tarde me pudieron ver allí, no vieron más que a un hombre sentado, relajado, dejando pasar el tiempo, distraído con las vistas. Pero como ese mar que en su superficie se presenta en calma tiene un fondo de corrientes marinas, aguas frías y oscuras profundidades, por el fondo de mi alma fluían ríos de reflexiones lastimeras, en una cabeza aterida por el dolor y con un corazón cegado por las tinieblas del desamor.

La mañana siguiente desperté por el sonido insistente del claxon de un camión cuyo conductor reclamaba su espacio para carga y descarga. La cruel bocina era una tortura para mis oídos, en mi cabeza una banda de música formada por pequeños monos locos chocaban los platillos dando volteretas. Me incorporé ligeramente y cedí a la fuerza de la gravedad quedando tendido boca arriba en la cama, quizá pasó más de una hora antes de reunir fuerzas suficientes para vestirme con el pantalón vaquero, que podía haber permanecido de pie por efecto del agua salada sobre la tela, y una camiseta que alentó mi ánimo cuando vi que era de publicidad de Johnnie walker.

Me senté en el mismo lugar que el día anterior, Eva me sirvió un largo café que logró disolver la orquesta de monos que castigaban despiadadamente mi encéfalo, y me prestó amablemente su ordenador.

En una mesa contigua a la mía pude ver a la morena de piernas largas, cuerpo esbelto y larga melena color azabache que la noche en la que mi coche cayó al mar, me miró descaradamente al verme junto al deportivo descapotable.

Quizá me llamó la atención por su parecido físico con Marta, quizá su forma de moverse y quizá su forma de ser, interesada, pretenciosa, narcisista, egoísta, superficial y fría, quizá eso me atrajo de ella como me ocurrió cuando conocí a Marta, aunque por aquel entonces no supe verlo y ahora lo podía distinguir de un solo vistazo.

Ese tipo de mujer atraída por el dinero como la mierda atrae a las moscas, de espíritu avaro y necesidades materiales, con un apetito insaciable de bienes y que anteponen su yo, ahora y para mí, a todo y a todos.

El vuelo rasante de una gaviota y sus graznidos me sacaron de la vorágine de pensamientos resentidos contra esa mujer que no conocía de nada.

<< Hostia tengo que hacérmelo mirar>>— pensé avergonzado.


Abrí el correo electrónico y pinché sobre el email que mi hermana Conchi me había remitido.


Hola Alex,

Me alegra y tranquiliza poder saber que estás bien, cuando no contestabas al teléfono comencé a preocuparme. Te envío en un archivo adjunto, el documento con el número de referencia para cobrar la transferencia de quinientos euros que me pediste. Hablé con Jane, la administrativa de la gestoría, me dijo que aún no te habías pasado a firmar el contrato, que la transferencia bancaria por el alquiler del apartamento para todo el año ya la habían recibido, pero que tenías que firmar.

Sabes que procuro no ponerme en plan psicóloga cuando hablamos, pero si no te comento ciertos temas no me voy a quedar tranquila.

Lo que te ha ocurrido con Marta es una experiencia traumática que muy posiblemente te genere angustia, te turbe y sea muy difícil de asimilar. Es normal sentirse así. Necesitas darte tiempo y adaptarte a una nueva situación inesperada con emociones desagradables y pensamientos desconcertantes. Es interesante que hayas conocido a personas en las que puedas apoyarte para no sentirte solo, hablar de lo ocurrido te hará sentir mejor. He avisado al primo Dani para que esté pendiente de ti. Ya sé que es un poco insufrible, pero es buena persona y me ha prometido que hará por verte.

Solamente el hecho de que conozcas que los sentimientos y emociones que ahora padeces son normales, es beneficioso. Tu cerebro va a ordenar que se generen hormonas como respuesta a tus emociones y ese torrente de sustancias pueden llegar a nublar tus pensamientos racionales.

La apatía, la desesperanza y la desorientación son sensaciones lógicas que poco a poco deberás ir superando. El que hayas decido cambiar de hábitos, desconectar de tus rutinas y alejarte de Marta y su entorno, es beneficioso. Debes tener cuidado en buscar soluciones inadecuadas como el consumo excesivo de alcohol, sería un grave error con terribles consecuencias a largo plazo ya que puede degenerar en adicción.

Alex sé que es un sermón, pero me preocupo por ti. Le he facilitado a Jane mi número de teléfono por si necesitas llamarme hasta que te hagas con un teléfono, es una mujer muy amable y me ha dicho que la oficina está a tú disposición para lo que necesites.

Un beso muy fuerte, cuídate mucho y no dejes de contarme.


Que mi hermana me hablase de que tuviera cuidado con el consumo de alcohol me hizo sentir ansiedad y muchas ganas de tomar una copa.


<< No será la manera más adecuada pero a mí me funciona, aliviando mis desagradables sentimientos. La sensación de culpabilidad por haber salido huyendo como un cobarde en lugar de romper la cara al viejo. La vergüenza por no plantar cara a Marta. La angustia por haberla perdido. >>


Pagué la cuenta y bajé las escaleras para dirigirme caminando hasta el locutorio del puerto. Domingo que montaba en un viejo ciclomotor paró a mi lado.


  • ¡Hola Álex! ¿Dónde vas?

  • Al locutorio a por pasta, que me he quedado sin güisqui.

  • Pues sube que te llevo.

No habíamos recorrido treinta metros en el ciclomotor cuando una agente de la policía local nos indicó con un rápido gesto de su musculoso brazo que parásemos.

  • ¿Saben por qué les he parado verdad? — preguntó la agente de aspecto fibroso y ceñido uniforme que resaltaba unos desproporcionados pechos para un cuerpo tan delgado.

  • Imagino... que el hecho de no llevar casco tendrá relación agente, pero es que íbamos aquí al lado — dije a sabiendas de que no era excusa.

  • Además de guapo, listo. Pues ya sabéis lo que toca— dijo con aire chulesco, girándose bruscamente hacia el coche patrulla a buscar el boletín de denuncias con el que percutirnos, y provocando que la larga coleta con la que se recogía el pelo cortase el aire como si de un látigo se tratara.

  • ¡Me cago en la mar! Iba justo a buscarte — dijo mi primo que salía de un Pub próximo a donde estábamos a la espera, de que la agente clon de Angelina Jolie en la película de Tomb Rider, nos fundiera los plomos.

  • ¿Robocop es tu primo? — me preguntó en un susurro Domingo sorprendido.

  • Sí, mi primo Dani, insoportablemente chulo, narcisista, egocéntrico— y fui interrumpido de mi diatriba por una colleja, saludo habitualmente empleado por mi primo desde que tengo uso de razón.

  • ¡Joder Nuria! No me digas que te quieres emplumar a mi primo. Que acaba de llegar a Estepona. La guarra de su novia le ha puesto los cuernos con el jefe y tiene el corazón partio, como dice la canción ¡JA JA JA!— dijo rematando con unas palmas y un taconeo.

  • Vaya primo veo que mi hermana te ha contado hasta el último detalle...

  • No te enfades ¡Huevón! Tu hermana solo se preocupa por ti. Y que sepas que aunque tu “ex” tenía un polvo, se veía a la legua que era una interesada y tú un calzonazos— dijo tocándose el paquete y después con la misma mano rematando con otra colleja sobre mi cuello.

  • ¿Este es tu primo el abogado? Pues se te ha aparecido la Virgen guapo, porque os iba a emplumar a los dos— dijo la agente de la Policía Local guardando su bolígrafo como quien envaina una espada samurai.

  • Primo, nos tenemos que marchar que el deber nos reclama. He estado haciendo unas gestiones en el Duende para que el viernes por la noche nos preparen un reservado, que un compañero se despide y le hacemos una fiesta. Pásate sobre las doce o la una, tomamos unas copas y nos ponemos al día. ¡Vamos Nuria que los malos no descansan!

Y subiendo a su coche patrulla se marcharon con una brusca maniobra y un fuerte acelerón, típica actitud del pretencioso de mi primo Dani.

  • ¡Joder Alex! Nunca me hubiese imaginado que Robocop es tu primo, y menos mal, sino la Poli cachas nos cruje— habló Domingo que había permanecido enmudecido hasta ese momento.

  • Sí... una suerte de primo, tan prepotente como idota. Vamos a por la pasta que necesito un trago de güisqui— dije subiéndome al ciclomotor.

El resto de la semana fue una secuencia repetida de beber, fumar, comer de vez en cuando y sentir mucha pena de mi mismo. Cuando Domingo pasaba por casa nos fumábamos un cigarro de marihuana y según como me sentara me daba por reir o por llorar.

Despertares resacosos, horas apoyado sobre el murete de la terraza mirándolo todo pero sin ver nada, sumido en mis lamentos y sentimientos negativos.

A veces Eva, me saludaba desde la cafetería y me animaba a bajar a comer algo, sobrevivía a base de sandwiches, curasenes y cafés, regados por inundación en güisqui.

El viernes por la mañana junto con Domingo fumábamos un porro asomados por la terraza y vimos como un hombre fondón y calvo, corría desnudo, desesperado, tratando de ocultarse en algún lugar seguro que no terminaba de encontrar. Iba descalzo y con la ropa colgando entre sus manos al frente, intentado esconder sus vergüenzas. Con el efecto del cannabis nos dio por reír, pero cuando vimos al depredador que le perseguía, un viquingo forzudo de dos metros de alto y melena rubia, gritando en viquingués toda suerte de improperios, y a su lado una viquinga que trataba de apaciguarlo, nos sentimos obligados a apiadarnos del pobre lechón y le invitamos a voces para que subiera corriendo al apartamento y así protegerlo de la furia de Thor.

  • ¡Gracias chicos! Me habéis salvado la vida— dijo sofocado tratando torpemente de ponerse los pantalones.

  • ¡Madre mía, tapa eso! ¿Se te ha salido una tripa con la carrera?— dije cubriéndome los ojos.

  • ¡Ahora me explico lo de la rubia nórdica! Con esa anaconda que llevas colgando le has hecho ver el valhalla de los vikingos. Thor te sorprendió atizándole con la verga y le dio una ataque de cuernos— dijo Domingo partiéndose de la risa.

Y en mi mente se sucedieron velozmente crueles comparaciones entre mi reacción amilanada y cobarde huyendo cuando sorprendí a Marta con el jefe, y la del forzudo nórdico, airado y defendiendo su honor, a pesar de la fama de liberales y de estar habituados a llevar cuernos.

  • Yo te conozco— dijo Domingo— Tu trabajas de mantenimiento en varias urbanizaciones ¿Eres jardinero verdad?

  • Bueno un poco de todo jardinero, fontanero, electricista, también llevo el mantenimiento de piscinas, como la de estos apartamentos por ejemplo.

  • Y además servicios íntimos a domicilio por lo que veo — dije señalando hacia la calle donde aún se escuchaban las voces amenazantes del nórdico de dos metros.

  • Esto es un castigo, pero no lo puedo remediar— dijo señalando con sus manos la abultada entrepierna— me he ganado una fama entre las mujeres que algún día me va a costar la vida. Pero no puedo decir que no a ninguna. Cuando me llevo algún susto hago propósito de enmienda, pero con cuatro carantoñas me pierdo y vuelvo a pecar. Dar placer a las mujeres que lo necesitan es mi penitencia— dijo el orondo jardinero en tono litúrgico.

  • ¡Hostia Puta! Menuda cara tienes. Dar placer tu penitencia, como si cuando clavas esa pedazo de estaca a ti te doliera y no lo contrario con semejante tamaño— dije entre sorprendido y resentido.

  • No, no, de verdad, esto... es un problema.

  • ¡Que cojones un problema! Ya me gustaría tener una herramienta así, por cierto me llamo Domingo y este es Álex.

  • Muchas gracias otra vez, yo soy Sebastián, Sebas para los amigos— dijo tendiéndonos la mano— ¿No os importa que me quede un rato con vosotros?

  • Tranquilo, siéntate y espera lo que quieras yo no me voy a mover de aquí—dije desplomándome desganado en el sofá.

El resto del día lo pasamos en el apartamento, Sebas insistió en invitarnos a comer y pidió unas pizzas a domicilio que regamos con una importante cantidad de cerveza.

La tarde pasó entretenida con Sebas contándonos varias de las aventuras que había vivido o padecido según él, con todo tipo de mujeres. Y es que el Don Juan, no decía a ninguna que no, joven, madura e incluso rozando la vejez. Delgadas o con sobrepeso. Nacionales o Extranjeras. El figura, estaba convencido de estar en el mundo para sofocar con su manguera el fuego latente de la entrepierna de toda mujer necesitada. Se definía como un bombero del amor, siempre listo para acudir en auxilio de cualquier dama en apuros o necesitada de un buen puro. Regaba el jardín y cortaba el césped de la señora y de la casa. Igual de bien, arreglaba una gotera que tapaba un agujero.

Me desperté con la lengua hinchada, la cabeza embotada y el estómago pesado.

Sebas y Domingo dormitaban en el sofá. Salí a la terraza. Ya había anochecido. El viernes por la noche el puerto estaba concurrido de vehículos y personas, con el habitual ambiente animado de los fines de semana. Los restaurantes se llenaban, la gente paseaba tranquila, los niños corrían jugando, riendo y gritando conformando esa atmósfera que me evocaba a las vacaciones. El aroma salado de la brisa del mar. La humedad en el aire intensificando el perfume de buganvillas y jazmines.

Domingo se asomó a mi lado encendiendo lo poco que le quedaba de un cigarro de marihuana. Desde la calle unos gritos llamaron nuestra atención.

  • ¡Primo que no tenga que subir a por ti!

Domingo se retiró de la balaustrada retrocediendo lentamente como quien lleva una bomba entre sus manos, aguantando la respiración y escondiendo el porro de marihuana a su espalda.

Mi primo, el Policía Local conocido como Robocop, y dos colegas de su mismo porte, forzudos engominados, vestidos con camisas elásticas que definían su anatomía labrada en el gimnasio, se aproximaban hasta situarse bajo la terraza de mi apartamento.

  • Hola primo ¿Qué quieres?

  • ¡Hola, Hola! ¿Qué que quiero? Pues que bajes a tomar una cerveza ¡Hostias! ¡Que es viernes!

  • Dani, la verdad es que no tengo muchas ganas.

  • Pues si no bajas subo yo, tú verás.

Y escuche como chistaba Domingo tras de mí, le miré, y enseñándome el cigarro de marihuana como si fuera el arma de un homicidio, me pedía que no subiera.

  • Vale primo ya bajo ¿Dónde vas a estar?

  • Aquí en el Odonogues — dijo señalando el bar Irlandés que se situaba en los bajos de mi apartamento.

Afortunadamente el Odonogues, un oscuro y tradicional Irish Bar, forrado en madera noble envejecida con una larga barra en dos alturas, estaba situado justo en la esquina de la facha del edificio. No tenía ganas de salir y menos de aguantar al chulo de mi primo. Pero hubiese sido peor que subiera al apartamento.

Como me esperaba, al minuto de estar con mi primo Dani ya me dolía la cabeza, que hombre más insoportable. Junto a sus dos compañeros de trabajo como testigos, tuve que aguantar las risas, bromas de humor negro y continuas pullas centradas en mi persona y en el fracaso de la relación con Marta, que solo pude soportar gracias a dos generosas copas de güisqui y la habilidad de poder desconectar mis oidos de conversaciones absurdas. Eso lo tenía bien entrenado con mi primo, si me pedía opinión sobre algo simulaba que con la música que no le había escuchado y le hacía repetir la pregunta. El resto del tiempo con asentir y una ligera sonrisa era suficiente mientras me evadía dejando que el alcohol mesara mi cerebro de los recuerdos de Marta.

Fueron llegando más compañeros de mi primo, según me contaron estaban de celebración por la despedida de uno de ellos. Una joven delgada, alta, de larga melena oscura y protuberantes pechos se me acercó sonriendo y me dio dos besos. Tuvo que notar mi cara de beodo tratando de recordar quien era.

  • Eres Alex el primo de Dani. ¿No me recuerdas?

  • Pueeesssss... No, no... perdóname pero...¿De verdad te conozco? Últimamente no estoy en mi mejor forma, pero... o el alcohol ha destruido en esta semana mi capacidad de memoria, o no eres real y mi imaginación me está gastando una broma pesada haciéndome creer que estoy hablando con la representación humana de la Diosa Afrodita.

  • ¡Ja, ja, ja!— rio sensualmente— ya te lo dije el otro día, además de guapo, listo.

  • ¡Hostias! La poli. La compañera de mi primo.

  • Sí pero no soy la poli, mi nombre es Nuria. ¿Quieres una copa?

  • Sí...Sí... pero te invito yo que el otro día te tiraste el rollo.

  • Déjalo... La segunda la pagas tú que la noche es joven— me dijo dándose la vuelta, permitiéndome apreciar con libertad y descaro su fibrosa y esbelta silueta.

Tras un rato agradable de conversación con Nuria, disfrutando de su compañía y de la buena música, en uno de esos incómodos silencios en los que no sabes de que hablar con alguien con el que no tienes confianza, surgió la pregunta.

¿Bueno..., que hay de verdad en lo que me ha contado tu primo sobre que has roto con tu novia?

Y ese pellizco en el estómago que por un rato había dejado de sentir regresó sin piedad. La niebla que cegaba mi corazón cayó a plomo inundando de pena, humillación y amargura hasta el más fino capilar de mi organismo.

Narré a Nuria toda mi relación con Marta hasta el fatídico momento en que descubrí su traición. La música acompañaba mi narración con la canción “ Let Her Go” de Passenger.


Sólo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

sólo echas de menos el Sol cuando empieza a nevar,

sólo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Pero yo siempre supe que la amaba, y desde lo más profundo de mi alma deseaba que fuera ella la que sufriera al haberme dejado marchar, dándose cuenta de lo que me quería, de lo que se estaba perdiendo. En mis fantasías aparecía pidiéndome perdón y rogando para que la dejase estar nuevamente a mi lado. Y la luz bañaba mi alma ahuyentando las tinieblas, y el calor derretía las lágrimas congeladas por la lóbrega soledad del desamor desbordándose en ríos de felicidad por mis mejillas.

Casi por sorpresa Nuria sujetó con sus manos mi cara y me besó. Un beso intenso, ardiente y pasional. Me miró a los ojos muy de cerca de manera sugerente, rozó con la punta de su nariz la mía y volvió a besarme. Yo me dejé llevar, sorprendido, lleno de dudas, preguntándome que es lo que estaba ocurriendo. Me cogió de la mano y dócilmente la seguí.

Primo nos vamos al Duende ¿No te vas a venir?— me preguntó al oído Dani sujetándome del brazo.

  • No... Voy a subir a mi apartamento con Nuria—le contesté distraído e hipnotizado por el provocativo movimiento de caderas de la mujer que me arrastraba.

  • Me parece cojonudo primo. Pero te aviso. La evolución de los humanos no son los X-Men. Nuria es el futuro. Y los hombres estamos perdidos— me dijo con una intrigante sonrisa que me dejó desconcertado.

Subimos hasta el apartamento entre abrazos, magreos desbocados y besos tan intensos que pude notar como se inflamaban los labios hasta agrietarse. Llegamos hasta el dormitorio entre trompicones, hubo momentos en los que parecía más una pelea que unos preliminares. Me empujó sobre la cama, se colocó a horcajadas sobre mi cintura e inclinándose me besó con fuerza en la boca. Su mano sujetó mi muñeca izquierda y en un rápido movimiento me engrilletó el brazo al cabecero.

  • ¿Qué haces?—pregunté sorprendido tirando del brazo hacia abajo que estaba inmovilizado con el grillete a la cama.

  • No te asustes es sólo un juego.

  • ¿Pero dónde coño llevabas los grilletes?

  • Soy poli...¿Recuerdas?—dijo quitándose la camisa de manera atrayente.

Aún en la penumbra de la habitación, podía apreciar el físico atlético de Nuria, resultaba evidente que sus turgentes pechos eran operados. Los músculos de los hombros, los bíceps y las abdominales totalmente definidos acreditaban que estaba en plena forma. Con mi mano derecha intente acariciar sus senos que rayaban la perfección pero me sujetó con fuerza contra el colchón impidiéndomelo.

  • No guapo, yo soy la que manda—me dijo enfatizando con su dedo índice señalando que no. Fue bajando por mis labios, el pecho, mi cintura, hasta llegar al pantalón que me desabrochó con una sola mano— tú relájate y disfruta.

Nuria cabalgó sobre mí como una amazona experta. Era dominante, me superaba físicamente, llevó la iniciativa y marcó los tiempos como le dio la gana. En algunos momentos me sentí como un mero espectador y en otros llegué a temer por mi integridad personal. Sudábamos, ella sobre mí se movía con giros de cadera, arriba y hacia abajo de manera salvaje, gemía de placer, paraba se inclinaba sobre mi pecho, me mordió en el cuello hasta hacerme gritar. Con una mano me agarró el pelo de la cabeza impidiendo que besara unos atrayentes pezones que parecían tatuados, con la otra sujetaba mi mano libre impidiendo que la acariciara. Yo entraba y salía de ella, pero como y cuando ella quería. El deseo de tocarla con mis manos o besarla con mis labios y no poder hacerlo me excitaba y desesperaba a la vez.

El sudor hacia que en su piel bronceada se reflejara el brillo de la luz de Luna llena, sus largos cabellos se enredaban y rizaban cayendo sobre su cara dándole un aspecto salvaje y atrayente. Sus gruesos labios entreabiertos que se humedecía con la lengua de manera seductora y lasciva eran pura sensualidad. La firmeza de sus piernas, su flexibilidad, su pasión y su energía me desbordaban hasta llegar al éxtasis.

La cama crujió cediendo a los vigorosos envites de Nuria y caímos rodando al suelo. Quedé sobre ella, liberado del barrote roto del cabecero con el grillete sujeto aún a mi muñeca. Con una sonrisa boba y triunfal pude coger sus pechos e intenté besarla, pero ella, de un fuerte empujón me puso en posición vertical y dando un salto de gimnasta se levantó del suelo.

  • Cuando arregles la cama me das la factura que yo lo pago— me dijo mientras se movía por la habitación buscando su ropa y se vestía.

  • No fastidies Nuria, seguro que son un par de tornillos. Mañana lo miro. ¿Quieres tomar algo?— le dije siguiéndola al salón del apartamento.

  • No te lo tomes a mal Alex, me lo he pasado genial, eres un tío estupendo pero me voy a mi casa. Además, te aconsejo que limpies un poquito esto, parece una pocilga— dijo señalando el salón dándome un beso en los labios y marchándose.

Lo cierto es que tenía razón. El salón y todo el apartamento en general daba asco. Era como si hubieran volcado un contenedor de basura dentro. Donde mirase había botellas de cerveza y güisqui vacías, embalajes de comidas a domicilio con restos resecos y adornados con colillas de cigarrillos.

Tengo que limpiar este desastre— dije en voz alta, llevándome las manos a la cabeza y golpeándome en la cara con el grillete que aún estaba sujeto a mi muñeca.

Salí corriendo a la terraza para avisar a Nuria pero no la vi.

¡Joder que putada!— dije tratando de liberarme inútilmente de las esposas.

Cansado regresé al dormitorio, en el que parecía que había estallado una bomba, aparté ligeramente las partes desmontadas de la cama y me derrumbé sobre el colchón que permanecía en el suelo.

Domingo se presentó a media mañana con un vaso largo de café que aderezado un chorro de güisqui me fue despertando.

¿Qué tal ayer con tu primo?

Con mi primo como siempre, pero estuve con su compañera la que nos iba a denunciar el otro día— le dije mostrando el grillete que colgaba de mi muñeca.

¡NO ME JODAS! ¿Pero te detuvieron?

No tío me folló, pero como nunca podía imaginar, esa mujer es alucinante.

¡Joder que guapo! Y te esposó y todo, como en el libro ese que se leyó mi hermana Eva, el de Las sombras Grey.

No sé, no me lo he leído, pero creo que los papeles en este caso estaban intercambiados, ella era la que mandaba.

Jugando a polis y ladrones con esa tía buena como mola— dijo cogiendo el grillete y tirando de mi brazo— está detenido acompáñame y con un gesto se puso el grillete en su muñeca.

¿PERO QUÉ COÑO HACES?— le grité tirando de mi brazo ahora engrilletado al suyo.

Tío no te enfades, era una broma, lo quitamos y ya está.

  • ¿Y la llave? Como tú tienes llaves de todo, a lo mejor tienes una de estas esposas.

  • ¡NO... ME...JODAS! ¿Qué no tienes la llave?

  • Pues no macho, llevo toda la noche con esto de pulsera, no me lo puedo creer ¿Estás atontado Domingo? Sólo se te puede ocurrir a ti.

  • ¡Hostias perdona! ¿Y ahora que hacemos?

  • Y yo que sé— dije llevándome las manos a la cara, tirando del brazo de Domingo.

  • Alex..., me estoy poniendo nervioso. Me están entrando unas terribles ganas de cagar.

  • Ni se te ocurra macho, ahora te aguantas y si no te cortas el brazo— le dije enfadado.

  • La comisaría de Policía no está lejos podemos ir andando—sugirió Domingo.

  • ¡Tú flipas! Vamos a salir andando los dos juntos por todo el puerto con los grilletes hasta la comisaría, yo sin camiseta, o nos ponemos una para los dos como si fuéramos siameses, entramos por la puerta. Buenos días que vengo a que nos dejéis una llave que ayer estuve follando con una compañera vuestra y se olvidó esto, y luego ha venido el gilipollas de mi colega y ha rematado la faena.

  • Bueno... no sé, era una idea... A mi cada vez me están dando más ganas de jiñar. El mojón asoma por mi ojete—dijo Domingo moviendo nerviosamente la pierna.

  • ¡Te aguantas! Aprieta el culo. Vamos a bajar a la gestoría de los apartamentos y llamamos por teléfono a la comisaría para que avisen a mi primo o a Nuria.

Jane era una Inglesa sesentona, enamorada de la sangría el Sol y la playa. Era la administrativa de la gestoría de los apartamentos.

  • ¡OH my God!— exclamó sorprendida al vernos pasar a mi sin camiseta, engrilletado a Domingo y a ambos cariacontecidos.

  • Bonito torso Alex. Me has alegrado la mañana del Sábado ¿Pero... se puede saber a qué estáis jugando?— preguntó con un fuerte acento inglés a pesar de llevar media vida en España—¿No estaréis metidos en algún lío?

  • No es nada malo. No te preocupes Jane. ¿Puedo hacer una llamada?

  • Of course Darling.

Tras dejar un aviso en la comisaría para que localizaran a mi primo o a Nuria y les dijesen de que era urgente que hicieran por verme en casa, regresé al apartamento. Pasé el resto del día recogiendo el cuchitril en el que vivía. Llenamos tres sacos de basura que dejamos en la terraza. Limpiando codo con codo, parecíamos dos presos que recordaba de alguna película americana realizando trabajos forzados.

  • Joder tío, cuanto tarda en venir tu primo.

  • No me toques los huevos Domingo— le dije tratando de contener una explosión de rabia.

  • Pues yo no me aguanto más o me acompañas a cagar al vater, o me cortas el brazo o me cago aquí mismo— me contestó Domingo.

  • ¡Vaya puto castigo! ¡Venga vamos!— y tirando fuerte del grillete fuimos juntos al baño. Justo cuando Domingo se sentaba desesperado en la taza sonó el timbre de la puerta.

  • ¡Aguanta que ese tiene que ser Dani!— y volviendo a tirar del brazo levante a Domingo que se quejó gritando.

  • ¡No me jodas que tenía la tortuga asomando! No sé si voy a poder sujetarla.

Abrí la puerta arrastrando a Domingo por el pasillo que no había tenido tiempo de subirse los pantalones y que se sujeta con su mano libre, lo que imagino que sería parte del mojón que asomaba por su ano amenazando con salir disparado como un misil toma-zurullo-culo-aire.

Mi primo Dani retrocedió sorprendido al ver el cuadro que tenía ante sus ojos.

  • ¿Que haces loco?

  • Necesito que me quites esto que Nuria me puso anoche. Se marchó dejándolo olvidado, y además llevo todo el puto día colgado con este engendro— dije cada vez más irritado refiriéndome a Domingo.

  • Te lo advertí, Nuria es...

  • ¡Dejaté de Hostias primo! Puedes... hacer ...el favor...—le dije haciendo un esfuerzo de autocontrol y levantando el brazo para mostrar el grillete.

Tuvimos que esperar un cuarto de hora más, mi primo llamó a unos compañeros suyos que le dejaron la llave de los grilletes y finalmente me liberé de las malditas esposas y de Domingo que salió chillando como un loco corriendo al vater, tropezó con los pantalones que aún llevaba bajados cayendo al suelo, él , y un mojón del tamaño de una barra de pan.

  • ¡Joder primo que asco! Que mierda de colegas que te echas— me dijo en tono de sorna Dani.

  • ¡ME CAGO EN LA PUTA!— estallé histérico — ¡Estoy hasta los huevos de ti y de tus putos comentarios!— grité a mi primo—¡Y tú limpia ese mierdón y desaparece de mi vista! ¡ NO QUIERO SABER NADA DE VOSOTROS EN MI PUTA VIDA!— grite fuera de control cerrando de un portazo la puerta de mi dormitorio.